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Cuando hasta la cajera del día sabe que tu «gran momento» se acerca.
Te levantas una mañana con más hambre que un náufrago, y en la nevera no hay ni el ketchup del McDonald’s.

No te queda otra que bajar al supermercado y hacer la compra, cosa que odias a muerte.

Sales a la calle y notas que te miran. Hasta Paquita, la mujer del portero, te sonríe. Estás guapo y lo sabes, golfo.

“¿Dónde te has metido toda mi vida?» te gritan al pasar por el hogar del pensionista.

Llegas al supermercado y la cajera se da cuenta de que tu «gran momento» se aproxima a la velocidad de la luz. Lo ve en tus ojos. Y te da este ticket.
